lunes, 23 de noviembre de 2015

Una historia para no recordar.


Dicen por ahí que todo lo que toco lo vuelvo inmortal... y, ¿quién no quiere serlo?



Un día desperté y estabas a mi lado, en la misma cama, en la misma habitación y en el mismo hotel; lo único que se me vino a la mente e hice fue ducharme pensando en si era un sueño o todo era real, y al referirme a TODO es TO-DO.

Siempre creí que tú creías que eras tú quien me había llevado a la cama, pero bastaba mirarte y mirarme a la vez para darse cuenta quien había llevado a quien aquella noche a tan raro hotel. Te seduce, me sedujiste, ambos lo hicimos. Solo queríamos relajarnos, divertirnos, follarnos... Nadie mencionó amor y es por eso que funcionó.

No soy de las personas que anda por ahí de hotel en hotel, de cama en cama y mucho menos de pene en pene; pero esta fue una única y última experiencia más arriesgada (de alguna manera) y excitante (demasiado) que había tenido jamás. No te lo dije por no incrementar tu altísimo ego que ya estaba por las nubes, porque sinceramente no eres el hombre de mi vida, pero si el mejor sexo de mi cama. No eres lo que quiero, pero ese día fuiste lo que necesitaba.

Sé que leerás esto, y sé también, que al leerlo pensarás: ¿se refiere a mi? ¿Es en serio? o_O y tendrás más o menos ese gesto.
Y para que dejes de quemarte la cabeza pensando en si es o no es para ti, te lo diré cuando termines de leer.

No olvido todo lo que pasó ese día y lo que vino después fue aún más difícil de olvidar. ¿Cómo olvidar aquellas intensas conversaciones? ¿Cómo olvidar las escapadas del trabajo para irnos a la playa, los besos en el metropolitano y esas videollamadas llenas de todo y nada? ¿Cómo olvidar aquel almuerzo en tu casa con tu familia? ¿Cómo olvidar las palabras tan lindas de tu papá, la sazón de tu mamá, las risas de tus hermanos y la calidez de tu hogar?. Para haber sido solo 'sexo' compartimos ciertos momentos que los "salientes" (por así decirlo) no suelen compartir.

Él era un romántico empedernido y yo, una masoquista pura. Él, hogareño de nacimiento y yo, una rebelde sin causa. Él era atento, cariñoso y detallista, mientras que yo insensible, desconsiderada y fría. Él disfrutaba de las baladas y yo, yo también. Fue nuestra única coincidencia, lo demás estuvo demás.

Bastaron tres maravillosos encuentros para que nos marcara de por vida, sentir tu cuerpo desnudo junto al mío, sentir tu calor y tu afecto, sentir tus nervios al entrar tanto como para salir, sentir tus movimientos al compás de los míos, sentir cómo en tan poco tiempo fuiste tanto, fuiste más que besos, caricias, conversaciones, sexo. Fuiste algo más.

Nunca te lo dije, pero me gustaba. Me gustaba ver cómo por mi te preocupabas, cómo, cuando estaba de malas me consentías y cómo estando con andrés no insistías. Como esa tarde en que solo vimos películas en tu casa, vernos frente a un televisor riendo y besándonos era de ensueño; todo lo era. Y duró lo que tenía que durar: Lo suficiente para no llorar.

"Mateo; nos hemos dado el honor... Tú de ser mi inspiración para este blog y yo porque te acabo de hacer inmortal. 

Tu parte en mi historia acabó hace mucho, la mía en tu vida también. Escribo, no para recordarte que te recuerdo, sino para enterrarte en mi memoria; no porque duela, sino porque revivir el pasado no me consuela. Y al fin, hoy termino lo que hace meses empecé, parecía inacabable esta entrada, pero ello demuestra que dejaste huella. Bien hecho Mati".

Es increíble darte cuenta de cómo suceden las cosas, no tengo idea de cómo llegué a trabajar en S.C.C. ni en qué momento nuestras miradas se cruzaron para no dejar de mirarse en todo el tiempo que tuvimos el placer de estar juntos. Es cierto, nunca hubo amor, nunca hizo falta; pero hubo todo lo demás y eso es lo que el día de hoy dejo atrás...



Créditos: Al par que vivió esta historia y la hizo sentir tan mía como suya.